La “D” de Desamparo

Salmo 22:1-2: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor? Dios mío, clamo de día, y no respondes; Y de noche, y no hay para mí reposo.”

 

A menudo, me encuentro con personas que en nuestras conversaciones expresan: “Siento que Dios me ha abandonado”. Estoy seguro de que la respuesta inmediata de cualquiera sería la misma que la mía: la pregunta, “¿Por qué te sientes así?”. Hubo una mujer, a quien llamaré Cindy por mantener confidencialidad, quien me explicó sus motivos para sentirse abandonada por Dios. Ella había sufrido abusos innumerables en su adolescencia, por ser diferente en su sexualidad y por ser de raza negra. Sin palabras, simplemente le ofrecí un abrazo.

 

En ese momento, sentí la presencia de Dios. No era yo quien abrazaba a Cindy, sino Dios a través de mí. Muchos exclaman, “Las acciones hablan más fuerte que lo uno pueda decir”. Significa que el peso de lo que hacemos tiene un impacto mayor de lo que se pueda hablar. Mientras crecía, Cindy había escuchado que Dios la amaba y que la presencia de Dios estaría con ella, pero no podía ver eso en acción debido al daño causado por otros. Era hora de que Cindy viera en realidad lo que el amor de Dios es, de saber que la gente puede abandonarnos, pero el amor de Dios nos da la esperanza de continuar en la vida, entendiendo que las cosas mejoran.

 

Si Dios nos controlara, como marionetas, y nos obligara a hacer cosas, aun siendo buenas, eso no sería amor verdadero. Forzar a alguien a una relación no es amor. Amar en muchos instantes es permitir la elección de alguien. Desafortunadamente, otros toman malas decisiones y toman caminos oscuros porque no fueron capaces de aprender que el dolor no tiene que dictar el carácter. Las consecuencias de las malas elecciones nos afectan a nosotros, tanto como a otros. Pero puedes ser diferente, porque Dios te amó tanto que te ayudo, cuando decidiste, atravesar la oscuridad.

 

Oración: La luz, en la que podemos pasar toda nuestra vida buscando, siempre estuvo adentro. La próxima vez que mires hacia arriba y digas, “Dios, ¿por qué me has olvidado?” Recuerda que Dios no te ha olvidado; Dios sigue siendo tu fortaleza en lugar de tu desmayar. Amen.

Categories: Column Reflexiones

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